
El absolutismo fue un sistema político caracterizado por la concentración total del poder en manos del monarca, quien gobernaba sin estar sujeto a las normas terrenales, sino solo a la ley divina.
Este tipo de gobierno se desarrolló durante la Edad Moderna, entre los siglos XVI y XVIII, y fue una respuesta a los periodos anteriores donde el poder se encontraba dividido entre el rey y los señores feudales.
El absolutismo trajo consigo un cambio profundo en la forma de gobierno, permitiendo a los monarcas ejercer un control sin precedentes sobre sus territorios, alejándose de las limitaciones que existían durante la Edad Media.
Este régimen fue común en diversas monarquías europeas, como Francia, España, y Rusia, y se caracterizó por una fuerte centralización del poder. El rey no solo ostentaba el poder ejecutivo, sino que también controlaba los aspectos legislativos, judiciales y administrativos.
Esto hizo que muchas de las instituciones que habían mantenido cierto poder durante la Edad Media, como la nobleza o la Iglesia, perdieran relevancia, quedando subordinadas a los deseos del monarca.

Características Principales del Absolutismo: Poder Absoluto del Rey
La principal característica del absolutismo era la concentración del poder en manos del rey. No existía una separación de poderes como en los sistemas modernos: el monarca tenía control absoluto sobre el gobierno, la legislación, la administración y la justicia.
Esta concentración del poder fue posible gracias a la doctrina del derecho divino, según la cual el rey recibía su autoridad directamente de Dios y, por lo tanto, no debía rendir cuentas a ninguna institución terrenal.
Esto implicaba que los reyes absolutistas no necesitaban el consentimiento de los gobernados para tomar decisiones importantes, incluidas aquellas relacionadas con los impuestos. De hecho, los impuestos eran una fuente fundamental de poder, ya que permitían al rey mantener un ejército permanente, algo que previamente había sido un privilegio de la nobleza.
Un ejemplo clave de la centralización del poder fue la política de Luis XIV en Francia, quien atrajo a los nobles a su corte en Versalles y se aseguró de que se preocuparan más por los lujos cortesanos que por ejercer influencia política. Esto consolidó su autoridad y permitió que la monarquía francesa alcanzara su mayor esplendor durante su reinado.

El Derecho Divino y su Papel en la Monarquía Absoluta
El concepto del derecho divino fue crucial para justificar el poder absoluto de los monarcas. Según esta doctrina, los reyes no solo gobernaban por derecho heredado, sino que lo hacían como representantes de Dios en la Tierra. Esto les otorgaba una autoridad casi incuestionable, ya que desobedecer al rey era visto como una ofensa directa a Dios.
Teóricos como Jacques-Bénigne Bossuet, defensor del absolutismo en Francia, argumentaban que solo el mandato divino podía mantener el orden en una sociedad. El rey absoluto, según este enfoque, tenía el deber de gobernar con justicia, pero su único juez era Dios. Esta idea fue vital para el mantenimiento del absolutismo, pues permitió que los monarcas consolidaran su poder sin la necesidad de contar con el apoyo de los estamentos sociales.
Ejemplos de Gobernantes Absolutistas: Luis XIV, el Rey Sol
Uno de los ejemplos más conocidos de un gobernante absolutista fue Luis XIV de Francia, también conocido como el Rey Sol. Luis XIV consolidó el poder real y fue el modelo de monarca absoluto en Europa. Bajo su reinado, el poder de la nobleza fue reducido drásticamente al centralizar el gobierno en su persona y hacer que la nobleza viviera en su opulenta corte de Versalles.
Luis XIV es famoso por su frase «El Estado soy yo», que refleja perfectamente la naturaleza del absolutismo: todo el poder recaía en él. Durante su reinado, Francia experimentó un auge tanto en su influencia política como cultural, y se convirtió en el ejemplo por excelencia de una monarquía absoluta.
Luis XIV también empleó el mercantilismo para fortalecer la economía francesa, utilizando los recursos generados por la industria manufacturera para financiar sus ejércitos y proyectos expansionistas.
El Absolutismo en España: Los Borbones y su Centralización
En España, el absolutismo también alcanzó su mayor expresión bajo la dinastía de los Borbones, especialmente con el reinado de Felipe V y Carlos III. Felipe V, el primer Borbón en el trono español, introdujo reformas que centralizaron el poder en la corona, reduciendo la influencia de los nobles y unificando las leyes e instituciones del reino.
Este proceso continuó bajo Carlos III, quien, además de fortalecer la administración central, expulsó a los jesuitas y limitó la influencia de la Inquisición, consolidando aún más el control del rey sobre el estado.
Este absolutismo español estuvo estrechamente ligado a la consolidación de un estado centralizado, donde las leyes e instituciones se unificaron bajo el dominio de la corona castellana, asegurando que el poder se mantuviera en manos del monarca. El objetivo era evitar cualquier tipo de fragmentación territorial o política que pudiera desafiar la autoridad del rey.
Pedro el Grande y el Absolutismo en Rusia
Otro ejemplo destacado de absolutismo en Europa fue Pedro el Grande en Rusia. Al igual que Luis XIV en Francia, Pedro el Grande utilizó una serie de reformas para centralizar el poder en su persona y modernizar el estado ruso. Abolió la figura del patriarca de la Iglesia Ortodoxa, sustituyéndolo por el Santo Sínodo, un organismo completamente bajo su control, que le permitió someter a la iglesia a sus intereses políticos.
Pedro el Grande también llevó a cabo la creación de un ejército y una armada modernizados, siguiendo el modelo de los ejércitos europeos. Para financiar este ambicioso programa de modernización, Pedro recurrió al mercantilismo y aumentó los impuestos, consolidando así los recursos necesarios para mantener su política expansionista y centralista.
El Papel de la Iglesia en el Absolutismo
Durante la Edad Media, la Iglesia Católica era una de las instituciones más poderosas de Europa, rivalizando incluso con los reyes. Sin embargo, bajo el absolutismo, los monarcas empezaron a asumir un mayor control sobre los asuntos eclesiásticos, disminuyendo la influencia directa de la Iglesia. En muchos casos, los reyes eran capaces de nombrar y destituir a los altos cargos eclesiásticos, integrando a la Iglesia en su aparato político.
Por ejemplo, Luis XIV no solo consolidó su poder sobre la nobleza, sino también sobre la Iglesia Católica en Francia, al expulsar a los hugonotes y prohibir las escuelas protestantes. Esto redujo la posibilidad de que cualquier facción religiosa desafiara su autoridad.
Economía y Mercantilismo bajo el Absolutismo
El mercantilismo fue la política económica predominante bajo los regímenes absolutistas. Los monarcas controlaban la economía nacional y promovían la exportación de productos manufacturados, mientras limitaban las importaciones para acumular riqueza en forma de metales preciosos.
Esta acumulación de riqueza permitió a los monarcas financiar sus proyectos, especialmente el mantenimiento de grandes ejércitos permanentes, un pilar esencial del absolutismo.
Decadencia del Absolutismo: Revolución Francesa y Liberalismo
El absolutismo comenzó a declinar a finales del siglo XVIII, con eventos como la Revolución Francesa de 1789, que marcó el fin de la monarquía absoluta en Francia. Las ideas de la Ilustración y los movimientos liberales cuestionaron la concentración de poder en manos de los reyes, abogando por la separación de poderes y el establecimiento de derechos individuales.
Esta tendencia culminó en la caída de las monarquías absolutas en gran parte de Europa, aunque en algunos países, como Rusia, persistieron hasta bien entrado el siglo XX.
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